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La flaca, con una sonrisa pícara, se recuesta en la cama, levantando ligeramente la cadera. Con movimientos lentos y deliberados, desliza su tanga hacia un lado, exponiendo su piel suave y tentadora. Sus dedos, hábiles y curiosos, se deslizan por su vientre, bajando hasta encontrar el calor húmedo entre sus piernas. Con una respiración entrecortada, comienza a explorar, trazando círculos suaves y presionando ligeramente, saboreando cada sensación. Sus ojos se cierran, perdiéndose en el placer que ella misma crea, mientras su cuerpo se arquea, buscando más. La habitación, silenciosa, solo es interrumpida por sus suspiros, creando una sinfonía de deseo y satisfacción.


















