0 views
|
0 likes
En el rincón más íntimo de la oficina, la putita del trabajo se entrega a varios compañeros con una mezcla de deseo y sumisión. Rodeada por ellos, se deja llevar por el placer, pero en un susurro ronco, les pide que vayan más despacio. «Despacio, por favor,» murmura, su voz cargada de lujuria. Sus manos se deslizan por los cuerpos de sus amantes, guiándolos en un ritmo más lento, más intenso. Cada movimiento es una caricia, una promesa de éxtasis prolongado. La habitación se llena con el sonido de sus gemidos contenidos y el roce de la piel contra la piel. Ella se abandona al placer, saboreando cada segundo, mientras sus compañeros obedecen, llevándola al borde del éxtasis con una lentitud exquisita.